"El modelo productivo es el mismo de la década del 90"

Kosacoff a "El Economista": 14 de enero 2011 



Bernardo Kosacoff da su primera entrevista después de dejar la oficina de la CEPAL en Buenos Aires. Actualmente es el director del Centro Empresa, Competitividad y Desarrollo del ITBA-Universidad San Andrés.

¿Cómo es la situación de las empresas argentinas?

La situación patrimonial de las empresas argentinas es una de las mejores en la historia del país. Esto se da en un proceso impactante en el que se duplicó la inversión en términos del producto desde el 11% y se financió con ahorros propios. Eso fue gracias a un cambio macroeconómico producto del incremento de la tasa de ahorro público que no solo financió el incremento de la inversión sino también la salida de capitales que hubo en estos tres últimos años. Esto ocurre en un insólito contexto patrimonial de las empresas que quedó a la luz cuando ocurrió la crisis financiera de 2009. En todas las crisis anteriores las empresas llegaban con niveles altos de deuda, préstamos a los que no podían hacer frente y niveles de compromiso que quebraban la cadena de pagos. Todo esto configuraba un cóctel explosivo que cuando ocurría una crisis macroeconómica terminaba amplificando los problemas de la economía real.

En la crisis de 2009 el nivel de morosidad del sector privado era menor al 3% y en 2001 era del 29%. Esto significó que el sector bancario no sufrió la crisis de 2009

¿Cree que en la Argentina hubo un cambio de modelo productivo en los últimos años?

En la década del 90 la Argentina tuvo cambios estructurales que impactaron en el patrón de especialización y eso no se ha modificado hasta hoy. La respuesta de las empresas a un contexto con tipo de cambio apreciado como el de la convertibilidad, la tasa de interés real positiva y la ausencia de planes de competitividad cambiaron la función de producción de las firmas. Es decir, las empresas en la Argentina aprovecharon la amenaza de las importaciones para desmantelar sus negocios y eso significó dos cosas. Primero, la destrucción de la cadena de valor. Segundo, el aumento del contenido de productos importados en las fundones de producción de las empresas, ya que éstas incorporaron a sus funciones de producción una proporción cada vez mayor de insumos importados. Ninguna de estas dos características fueron revertidas en los últimos años.

¿Se pensó que con la devaluación de 2002 se podía modifcar?

Exacto, pero no fue así. Hubo una recuperación extraordinaria desde 2003 cuando se creció cerca de 70% y el empleo formal creció 30%, ero no hubo un cambio en la función de producción. No se integraron las cadenas de valor ni se modificó el componente de productos importados en la producción de las firmas.

¿Nacieron sectores nuevos dentro de la industria?

El crecimiento de la Argentina no se da con un cambio en el patrón de especialización. Es cierto que hay algunos sectores que hoy tienen un papel más destacado en la economía. El turismo es un caso y la minería otro. También está el tema de los servicios transables como la industria informática, bienes culturales, por ejemplo. Pero no hay una masa crítica.

¿Cuál es el patrón productivo de la Argentina? ¿Cómo lo define?

Somos productores de bienes primarios.. Eso se refleja muy bien en las exportaciones donde lo que pesa principalmente es el tema de los recursos naturales. Es cierto que en las décadas del ochenta y noventa hubo cambios que permitieron exportar aluminio y productos petroquímicos. Pero la base sigue siendo la misma: la explotación de recursos naturales. Y ahora, en la última década, explotó el boom de la industria automotriz. Sin embargo, tampoco allí se introdujo un cambio en la función de producción de las empresas. Está claro que hoy la Argentina tiene una dinámica automotriz que no había antes pero señala que cuantos más autos venda o más autos exporte, mayor será el déficit de autopartes. ¿Por qué? Porque el país no logró crear una dinámica de cambio estructural que cree más valor agregado en términos de tener más integración nacional en el sector. Eso significa tener 40 ó 50 autopartistas que duplican la capacidad de producción en el mercado. No se logró producir motores en el país, ni mecanismos más complejos y circuitos eléctricos. La dinámica de cambio estructural que se dio en la década del noventa fue aprovechada con la modificación del régimen macroeconómico que dejó un crecimiento espectacular. Pero no hubo un cambio estructural.

¿Cómo se comportó la inversión en la década pasada?

Parece una frase hecha pero yo creo que marca la realidad: la mitad del vaso está llena y la otra vacía. El crecimiento de los últimos años se obtuvo gracias a la capacidad ociosa que había en la producción y en el empleo, pero también es cierto que si no hubieras pasado de una inversión del 11% al 22% del PBI era imposible crecer como se hizo. A partir del 2007 aparece este tema de que se necesitaban tres o cuatro puntos adicionales de inversión. Construcciones, PYMES y turismo pesan fuerte en las inversiones y faltan las grandes. Faltan 30 ó 40 empresas grandes que tengan un proceso de inversión sostenido en la producción de bienes transables.

¿Quiénes invierten en la Argentina?

En la Argentina hay fenómenos de adquisiciones y no un proceso de creación de nuevas plantas. Esto ocurre desde hace 20 años. Hay unas 400.000 empresas, pero las que cortan el bacalao son las 500 más grandes. Si alguien me pregunta dentro de esas 500, cuáles son las que se han creado en los últimos 20 años, cuesta a uno identificarlas. Si en cambio uno encuentra casos de adquisiciones. En la década del 90 fue motorizado por las firmas trasnacionales y en la última por las empresas brasileñas.

Cuando uno mira las 500 firmas más grandes de la Argentina se da cuenta que el proceso de extranjerización continúa porque 400 de ellas tienen capital extranjero. Y muchas de ellas no han invertido en los últimos años. Están en los sectores más importantes, tienen grandes participaciones en los mercados donde se desempeñan y son firmas líderes. Pero todas ellas están en la cola del proceso de inversiones.

¿Entonces porqué la economía de Brasil se primarizó y tiene muchas más empresas grandes que la Argentina?

De Brasil se dicen muchas cosas y se oculta esta verdad. Su proceso de industrialización no existe. Ambos países tienen una agenda muy parecida y hay una revalorización de lo brasileño. Gran parte de los nuevos factores que explican el crecimiento argentino se consiguió por las ventajas que significa tener un vecino de gran tamaño y que crece.

Pero Brasil sufrió una paradoja en los últimos años. Por un lado las empresas tienen un desempeño espectacular, pero no se explica por un cambio en el patrón productivo. Brasil aumentó la participación en la producción de alimentos, minerales y en hidrocarburos. Pero lo que hay que decir es que a las empresas brasileñas les fue bien en los últimos años porque se incorporaron 30 millones de personas al mercado de trabajo, lo que dinamizó el consumo interno como no se veía desde hace décadas. El clima de negocios en Brasil fue bueno porque subió el empleo y bajó la pobreza. No porque Lula haya conseguido un cambio de modelo productivo con una industrialización compleja y sofisticada.

¿Porqué dice que la Argentina y Brasil tienen una agenda parecida?

Tienen sectores industriales que son islas sobre las que se puede avanzar en los próximos años. En la Argentina, INVAP, Biosidus y otros casos, invitan a soñar. En el mundo hay 180 países en desarrollo. En menos de 12 hay núcleos del grado de sofisticación como los de la Argentina o Brasil. Hay un desafío en la materia. Hay sectores que demuestran que se puede seguir en esa línea. Cuando uno ve casos como Chile, país que siempre se pone como ejemplo en los últimos 20 años, la realidad indica que es muy difícil encontrar ejemplos de sectores con gran potencial para lograr el valor agregado que la Argentina está en condiciones de generar. Chile es una economía mucho más elemental en el sentido de las capacidades competitivas, que las que tiene la Argentina.

¿Cómo se inserta el debate del modelo productivo en el discurso político?

Hubo un avance muy notable, en el discurso del gobierno y de toda la clase política en general, en el que la innovación es importante, la especialización es importante, la educación es importante, el desarrollo de las capacidades productivas es importante. El gobierno tiene un discurso y un lenguaje profundamente industrialista y productivista. Pero de ahí a la concreción hay una distancia muy grande y lo que sabemos es que el gobierno no pudo cumplir con la promesa de reindustrializar el país. Pero repito, el dato positivo es que todos los dirigentes políticos, me refiero tanto a los del gobierno como a los principales líderes de la oposición, comparten que el país debe seguir este rumbo. Y esto no es un dato menor porque la Argentina en la década del noventa había torcido ese rumbo. Para adelante se vislumbra que se recorrerá el camino de conseguir una mayor industrialización.

¿Se puede evitar la primarización de la economía o es una falsa promesa?

El tiempo por sí solo no lleva a los países a la sociedad del conocimiento. En mi opinión esta dinámica se puede romper si la Argentina y Brasil negocian su inserción en el mundo como productores mundiales de alimentos. Los dos países producirán dos tercios de las proteínas que demanda el mundo, pero la realidad es que hoy solamente vendemos insumos agropecuarios.

¿Dónde estarán las oportunidades?

La demanda de alimentos será creciente, pero las tasas de ganancia son mayores en los productos elaborados a partir de las materias primas. Es decir no en el grano de café sino en esas cafeteras modernas que venden el café en un cartucho listo para preparar. El mundo tiene restricciones para producir alimentos. Restricciones de tierra y de agua que la Argentina y Brasil no sufren. Los dos países tienen que tener una estrategia en común para avanzar en estas áreas. En ambos países hay firmas internacionales de alimentos que son de primer nivel mundial. Son las principales exportadoras pero ni en la Argentina ni en Brasil tienen sus laboratorios para desarrollar productos sofisticados. Mi opinión es que deben desarrollar un programa para que estas firmas desarrollen programas específicos en un área del mundo que es fundamental para ellos.

¿Se vuelven a discutir los temas de microeconomía?

Resolver los temas micro ocho años atrás era fácil. El país tenía una capacidad ociosa elevada, los costos salariales eran muy bajos, el tipo de cambio competitivo y los costos de las tarifas baratos. La Argentina tenía la oportunidad de crecer en el mundo gracias a una moneda barata. Hoy el país se encuentra utilizando la capacidad de una manera plena. Todo hace pensar que en los próximos cinco años los márgenes competitividad-precios estarán completamente ausentes. En mi opinión hay que hacerse a la idea de que en el período que se avecina no habrá una mejora notable en el tipo de cambio, una caída del costo laboral, costos de servicios bajos. Hoy no hay márgenes como se tuvo hasta hace unos años, de tener un modelo productivo basado en la competitividad de los precios baratos. Ahora viene la etapa en la que se debe mejorar la competitividad a través de los factores más duros que no son los precios y son mucho más profundos. Se trata de generar más y mejores recursos humanos, desarrollar proveedores, articular el desarrollo tecnológico con el productivo. La agenda es más sofisticada y compleja que en 2003.

¿Pero esa no era la agenda del 2007?

La campaña de Cristina Kirchner de 2007 se basó en enunciar todas las cosas que se habían hecho y las que faltaban. Todo indicaba que era la etapa que venía. Pero nada de esto se ha conseguido. Fue fantástico que la Argentina haya sorteado una crisis como la de 2009 sin destrucción del tejido tecnológico, productivo y de empleo. Ahora, el país enfrenta otros desafíos.

¿Qué preocupa más hoy a los empresarios?

La incertidumbre macroeconómica del mediano plazo. Cómo se eliminarán las distorsiones, de qué manera se terminará haciendo eso y cómo se definirá la continuación del actual proceso político. Hoy el país necesita alargar el horizonte porque los empresarios tienen dinero para invertir y no lo hacen por temor a que les pase lo que sucedó a fines de la década del noventa: se salió del tequila, se invirtió fuerte y luego sufrieron grandes pérdidas cuando se decidió salir de la convertibilidad.

La Argentina necesita invertir U$S 10.000 millones en infraestructura en los próximos años, una quinta parte de la fuga de capitales de los últimos años. Si hay algo que sobre hoy en el país es dinero.



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